Desperté en una cama suave, casi demasiado suave: era un catre viejo, hundido en el centro. Anoche, el cráter en el colchón me había albergado contra el frío, acurrucado y seguro. Ahora, de mañana, hacía que me doliera la espalda. Llamé a Camilo por celular desde la cama (las bondades de la...